Vistas desde la sierra de la Cueva. 1 de enero.
Ayer revisitaba las fotos de 2023 y me decía que cuántas cosas caben en un año. En lo que se refiere a mi investigación, comenzó con el último taller del proceso de construcción colectiva de conocimiento en el Mar Menor, el congreso de la Fundación Nueva Cultura del Agua y el kickoff del proyecto ANT-Mentalhealth sobre salud mental y cambio climático. Casi nada para la cuesta de enero. También arrancó otro pequeño proyecto, ColPark, donde exploramos de manera interdisciplinar la idea de jardines para habitar el colapso (sin creernos mucho esto de colapso, lo usamos más como una metáfora y un disparador).
Durante la primavera co-creé con un equipazo de mujeres investigadoras y artistas 25 historias visuales sobre lo que he recogido en el Mar Menor y una web para contar toda la investigación de SharedDialogues. Organizamos una exposición en Murcia y un taller con actores locales para socializar las historias. Co-facilité con mi admirada Alba Ballester una sesión que simulaba una asamblea ciudadana multi-especies en el curso ‘Herramientas de participación ciudadana en procesos de transición ecosocial. El caso del Mar Menor‘. También escribí un textito colaborativo con mi querido amigo Eduardo Serrano para el seminario ‘Paisajes de Abandono‘ donde indagamos sobre el Mar Menor como un territorio abandonado que con la sopa verde se transforma en un paisaje hipervisible de abandono, casi un sujeto revolucionario más que humano. Mientras tanto trataba de asistir a las clases del Máster sobre Modelos y Areas de Investigación Social de la UPV/EHU y presenté mi primer proyecto internacional como PI dentro de BC3…que salió financiado.
En medio de toda esta vorágine, operaron a mi hija por tercera vez de una dolencia en el riñón, operación que sostuve con esa extraña y prodigiosa habilidad de las madres para mostrar fortaleza mientras te rompes por dentro. A las pocas semanas acabé de romperme, de nuevo. Creo que es importante hablar de salud mental en el mundo académico, las estadísticas son escalofriantes. Nuestros cuerpos pueden mucho, pero no pueden con todo lo que se supone que hay que demostrar para cumplir con los criterios de la maldita excelencia. Urge reflexionar y hacer cambios. Afortunadamente, o no, no es la primera vez para mi y tengo algunas herramientas para gestionar estos episodios.
Entrado el verano participé por primera vez en la Transformations Conference, toda una experiencia de tribu académica con la que espero seguir enredándome. Fueron días curativos entre meditaciones colectivas, charlas inspiradoras, talleres para co-sentir, world cafés y paseos por la bellísima Praga. Algo en mi hizo clic, como de que quizás la vida investigadora merezca la pena si soy capaz de llevarla a un lugar de sostenibilidad personal. Soy consciente de que es un camino interior y que mi situación tiene mucho que ver con la sobreidentificación con los temas en los que me involucro. Antes era el activismo, ahora la investigación.
Luego me fui a México y me dediqué a no hacer durante algunas semanas…

…además de aprovechar para conocer algunas pizcas de este fascinante país, entre ellas Xochimilco, el lugar que tanto me ha inspirado para mi trabajo en el Mar Menor.
Llegó septiembre, cumplí 40, me sentó bien celebrar la vida y sentí la necesidad de una etapa de recogida y reflexión sobre estos tres años de investigación hiperactiva, además de escribir (estoy descrubriendo es una de mis mejores vías para la reflexión). He pasado el otoño haciendo una revisión bibliográfica importante sobre sobre polarización, transformación de conflictos y su intersección con la investigación transdisciplinar, sobre afectividad y emociones, concetos como diferencia, difracción, framing, formas de conocer, ontología política…confieso que ahora tengo un buen coctel senti-mental que tendré que ir digiriendo a medida que escribo.
Llega 2024 y mi propósito sigue siendo decrecer, ralentizar. Vuelvo a tener una primavera algo frenética, aunque no tanto como la anterior, si continúo bajando el ritmo quizás en 2025 consiga llegar a ser más caracol y menos gacela. Pero para ello tengo que desarrollar una habilidad muy difícil: la de saber seleccionar los proyectos y colaboraciones a los que digo si y a los que digo no. Sobre todo la de decir no. Tengo entre manos 3 artículos, 2 capítulos de libro y un nuevo proyectito, creo que ya me da de sobra hasta 2025.